A nueve años de su implementación, apuntes sobre la actualidad de la AUH

La Asignación Universal por Hijo/a continúa vigente, pero hay un nuevo enfoque que cambió el paradigma de “protección ampliada” a “asistencialismo extendido”, donde predomina la versión de la política social limitada mientras se cercenan derechos.

Foto Ilustrativa

 

Por Roxana Mazzola*

Los nueve años de vigencia de la AUH obligan a una reflexión sobre, paradójicamente, nueve cambios centrales que se visualizan en la actualidad. En estos años pasamos de gobiernos progresistas –con sus limitaciones en materia de mejoras sociales–, al predominio de otro conservador con sus expresiones concretas en la esmerilización de la vida de los trabajadores. La asunción de Mauricio Macri en la presidencia de la Argentina, de Donald Trump en Estados Unidos y, próximamente, de Jair Bolsonaro en Brasil reflejan esta reorientación. El énfasis en la lucha contra la pobreza e invisibilización de los debates de la desigualdad y sus causas, el creciente endeudamiento externo, los movimientos migratorios, la vuelta a la “agenda del hambre” y el mayor peso en las políticas estatales locales del FMI y la OMC muestran los cambios. En este contexto las políticas, entre ellas la AUH, se modifican.

¿Cuáles son, entonces, algunos puntos centrales para observar los cambios, materiales y simbólicos, en las políticas sociales y la AUH entre 2003–2015 y 2016–2018?

1. Paradigmas distintos.

Con el cambio de ciclo político y económico, si bien el programa continúa existiendo, su espíritu –inserto como derecho de seguridad social y superador de los clásicos planes sociales focalizados– se está perdiendo. Desde fines de 2016 al 2018 hay en curso un nuevo enfoque que revela el paso del paradigma de la “protección ampliada” al del “asistencialismo extendido” de la infancia, por el cual se refuerza el carácter asistencial y caritativo del sistema de políticas (y no de derechos).

2. Se pasó de una agenda social centrada en ingresos, trabajo y seguridad social vs. agenda social asistencial, marginal y focal.

Mientras en el periodo previo se efectuaron avances sobre todo en las dimensiones de ingresos y seguridad social –no tanto en salud, educación y vivienda–, actualmente todo el conjunto de las dimensiones vitales se encuentran devaluadas. Pasó a naturalizarse que el Estado sólo debe intervenir en los márgenes y focalmente para contener a los desplazados y a los niños pobres, y al mismo tiempo desprenderse del conjunto de temas laborales y de la agenda social.

3. Del ideario del “trabajo decente” –con sus limitantes– al del “emprendedor” autosuficiente con sus repercusiones en los beneficios de seguridad social y en la calidad de vida de la población. 

Ya no se busca un trabajador con empleo decente, en blanco y con beneficios de seguridad social, que era el eje del periodo previo y estaba en coincidencia con los preceptos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Sobre aquel ideario previo –con sus cuestionamientos posibles– se habían estructurado las reformas sociales en las jubilaciones, las asignaciones familiares. Por ejemplo, se aspiraba a que cada vez crezcan más las asignaciones familiares porque cada vez tenían más trabajadores empleo formal con beneficios de seguridad social. Ahora, por el contrario, decrecen las asignaciones familiares y crece la AUH, o en realidad lo poco que creció fue ese formato particular que asumió la incorporación de los monotributistas al sistema,. Las nuevas modalidades de contratación flexible que implican empleos como las del servicio de delivery vía una app, crecen donde los jóvenes trabajadores son gestores de su propio autodesarrollo y en general con salarios a destajo.

4. De la fuerte extensión de la cobertura de seguridad social en la niñez a los aumentos marginales y adicionando nuevas desigualdades. 

Mientras en el proceso previo se produjo una apertura de prestaciones de la seguridad social históricamente sectoriales y para unos pocos, pasando entre 1997 y 2015 del 35,0 al 75,5 u 89,0 por ciento si se considera los excluidos por normativa, la cobertura de seguridad social en la niñez (AUH, asignaciones familiares formales y otras prestaciones similares). Por el contrario, desde 2016 los aumentos de cobertura son marginales (continúa sin ser universal). Lo poco que amplió se hizo a los monotributistas (360 mil –ni siquiera se llegó a los 500 mil que se prometía–). Aquí debe destacarse que los mismos fueron sumados bajo un formato cuanto menos extraño: se presentan bajo las asignaciones familiares contributivas pero con las condicionalidades de salud y educación de la AUH. Con esto se incorporó una nueva desigualdad y estratificación más en el sistema. En este marco, otro agravante, es que se está produciendo una reducción de cobertura de las asignaciones familiares tradicionales porque en este contexto más padres pierden su empleo en blanco.

5. Monto de la asignación actualizado por encima de la inflación vs. monto devaluado con la incorporación de bonos discrecionales. 

Durante el proceso previo el monto de la AUH fue fijado conforme un parámetro –el de las asignaciones familiares de quienes tienen empleo formal– y su actualización fue realizándose por encima de la inflación. Ahora la medida esta devaluada y se ha incorporado como práctica los “bonus extra” discrecionales, según la coyuntura. Estas estrategias de esmerilización no son nuevas. Esto mismo sucedía con los planes del área de la asistencia social, como el Jefas y Jefes de Hogar del 2001 o el Familias por la Inclusión Social en 2005 (que tomó la base del Ingreso para el Desarrollo Humano creado en 1998) cuyos montos eran de 150 pesos y 225 pesos, respectivamente, actualizados cada tanto discrecionalmente. No es necesario eliminar una política para que pierda su valor, basta con esmerilarla.

6. De la AUH como complemento de ingresos a constituirse en un ingreso esencial para la subsistencia.

Mientras en el periodo previo diversas evaluaciones mostraban que políticas como la AUH se constituían en un complemento, representando entre el 25 o 35 por ciento de los ingresos totales de los hogares, actualmente su apoyo se vuelve sustancial con la pérdida del empleo, la desaceleración económica y la devaluación. Esto implica pérdidas de changas y trabajos precarios, siendo crítico si la inflación que rondaba el 24 por ciento en periodos previos, lejos de aminorarse, se precipitó a guarismos exorbitantes y la inflación en la canasta alimentaria rondará entre el 50 y 60 por ciento anual. Esto es preocupante para la niñez, más si gran parte del presupuesto de las familias pobres se centra en alimentos.

7. De las condicionalidades en salud y educación como motorizador e interpelador de estos sistemas, a su debilitamiento y vuelta del peso de la resolución de la cuestión social a los gobiernos subnacionales.

Se viene produciendo un empobrecimiento de las políticas de salud y educación con las que articulaba la AUH y un corrimiento de la Nación de su rol en políticas de equidad indelegable en países tan desiguales, social y territorialmente. Desde 2016 se vienen volviendo más laxas las condicionalidades de salud y educación de los destinatarios de la AUH dado que no puede penalizarse a las familias con la crisis. Para ello se vienen extendiendo los plazos de presentación de la libreta que las acredita. Pero el punto central es que no se están potenciando las acciones de salud y educación –en el jardín de infantes y secundario–, evidenciando en los hechos que es más por ausencia antes que presencia del Estado el motivo por el que define hacer más laxas las presentaciones. Además, las condicionalidades para unos niños y para otros no, no corresponden. Por último, un derecho no puede estar condicionado. En todo caso, debiera hablarse de corresponsabilidades que son de las familias así como del estado.

8. Del predominio de las Áreas de seguridad social y trabajo al Área de asistencia social “recargada”.

Hoy se empodera la versión de la política social sólo limitada a la contención social, mientras decrecen los derechos de salud, seguridad social y laborales. Se está produciendo cambios de sentidos, materiales y simbólicos, con un redimensionamiento del tamaño y tareas del Estado social: que la Anses pase a depender del Ministerio de Desarrollo Social es devaluar los derechos a la jubilación, las asignaciones familiares y fortalecer el sentido de asistencia y no de derecho a la seguridad social. Asimismo, integrar el Ministerio de Salud (reduciéndolo a Secretaria) bajo el Ministerio de Desarrollo Social expresa también la mirada de la política social limitada a la lucha contra la pobreza, no a garantizar derechos de ciudadanía a la salud, a la seguridad social de todos.

9. Deformaciones del vocablo.

No todo lo social es estrictamente bueno. Según Richard Titmuss, padre de la política social, “cuando empleamos el término ‘política social’ no debemos reaccionar automáticamente revistiéndolo con un halo de altruismo, preocupación por los demás, por la igualdad o por otros temas parecidos, ya que, si bien los efectos finales de una política social redistributiva suelen ser la reasignación de parte de los recursos materiales o culturales de los ricos a los pobres, o de los que más poseen a los menos favorecidos, también puede tener resultados distintos; puede reforzar la posición de los más privilegiados, o bien puede trasladar recursos de las personas activas a las que están fuera del mercado laboral –ya sea por jubilación o por falta de empleo– en el interior de un mismo grupo de ingresos”. En este marco, hoy se escucha hablar más que de los salarios del salario social, del ingreso “social” complementario y de conectar medidas como la AUH a la políticas de emergencia social en vez de a los derechos de la seguridad social de la niñez. Valga aquí recordar que estas deformaciones no son neutrales sino que expresan estados de lo justo en cada momento histórico.

Punto de partida

La AUH representa menos del 1 por ciento del PIB siendo una inversión de bajo costo y efectiva para el monto que implica, que no modifica la estructura de la distribución, sino que sólo sienta un piso que debiera ser un punto de partida. Por ello no es menor si la medida ubica en el marco de un paradigma que amplifique derechos, visibilizando a los 13 millones de niños y niñas o si sólo se orienta a segregar y focalizar con asistencia a los niños pobres. Son escenarios de luchas distintos, el de la reparación y ampliación de los derechos, y el de luchas pobres para políticas pobres.

En este sentido, Eduardo Galeano nos recuerda que el mundo es muy hipócrita cuando dice que “suele hablar de la solidaridad, pero a lo sumo admite la caridad, que es vertical: la mano que da siempre está arriba, encima de la mano que recibe. En cambio, la solidaridad es horizontal, se desarrolla entre iguales, implica un respeto al otro que va más allá del acto caritativo”.

Son nueve años de la AUH, puntualizar estos nueve cambios resulta vital para tener presente los límites del pasado y efectos negativos para los sectores pobres y medios que se vivencia en la actualidad.

* Especialista en Políticas Sociales. Directora del Centro de Estudios y Desarrollo de Políticas/Cedep. Profesora de posgrado en Flacso e investigadora visitante del Instituto Gino Germani de la UBA. Doctoranda en Ciencias Sociales por la UBA. www.centrocedep.com.ar