Coches ardiendo, 159 policías heridos, 44 detenidos y 11 heridos de gravedad. Jóvenes encapuchados enfrentándose a vehículos antidisturbios, lanzamiento de cócteles molotov y agentes tratando de dispersar a los alborotadores eran las imágenes del día.

En las redes sociales se difundieron fotos de tres blindados patrullando por Hamburgo, a lo que siguió un desmentido de la Policía negando que se planteara ningún tipo de apoyo militar.
Las manifestaciones violentas contra la cumbre son “inaceptables”, condenó la canciller alemana, Angela Merkel, en una comparecencia al término de las reuniones plenarias y lamentó las agresiones sufridas por agentes policiales.
“Las manifestaciones violentas ponen en peligro vidas humanas”, añadió, en su calidad de anfitriona de la reunión de los líderes de las principales potencias industriales y países emergentes.
Desde su Gobierno se ha insistido en que la crítica al G20 es “bienvenida” siempre que sea pacífica, en un claro mensaje de normalidad democrática en un país donde se garantiza la libertad de expresión, frente a la situación de otros miembros del grupo.
A falta de lo que ocurra hasta el final de la cumbre, mañana sábado, el balance deja dudas acerca de la oportunidad de elegir el centro de una ciudad como Hamburgo, con 1,7 millones de habitantes y barrios conflictivos o con tradición de combativos, como St Pauli, para acoger la cita de los más poderosos.
Estaba claro que la cumbre suponía un desafío logístico y policial, con invitados incómodos para la izquierda radical como Trump y una veintena de actos de protesta de distinto orden, desde imaginativas acciones en formato artístico o festivo a la posible presencia de hasta 8,000 extremistas o antisistema.
Grupos de entre 200 y 600 manifestantes prosiguieron durante todo el día con sentadas para tratar de bloquear los accesos al centro de congresos donde tiene lugar la cumbre.
Las fuerzas policiales bloquearon varias estaciones de metro, en unos momentos en los que la circulación por un amplio perímetro está reservada a vehículos autorizados, delegaciones o Policía.
Todo colapsó con la llegada de la recién inaugurada filarmónica de la ciudad, de la caravana de los líderes para el concierto que Merkel, su esposo y el catedrático Joachim Sauer, ofrecían a sus invitados.
El cielo de Hamburgo era un avispero de helicópteros, mientras barcas policiales y submarinistas controlaban que no se infiltraran intrusos desde el puerto a esa parte del Elba, en uno de cuyos depósitos se levanta ahora la Filarmónica, el más costoso proyecto cultural de Alemania y la nueva señal de identidad para Hamburgo.
Fuente: Televisa News