El Polaquito

El polaquito es un nene malo, muy malo, fuma droga, roba y miente un poco, exagera otro tanto, como todos los niños. Porque es un niño. Pero requete malo, eh. Por dos mangos te mata y no le pasa nada. Y habla ese lenguaje confuso y raro del hampa, que la policía no entiende nada nada.

En Argentina más de la mitad de los niños y adolescentes viven en la pobreza.

Por Pablo Urrutia

El otro, no tiene nombre de novela de Enrique Medina. Tiene un nombre real. Y también es un niño, pero no lo van a buscar para una entrevista. Él lo exige, lo pide. Como pide la comida todos los días en el comedor. Como le pide al gobierno que mande más mercadería.

El guachiturro, el pibe chorro, habla con calma, es canchero y usa pistolas. Roba autos y los maneja, aunque sus ojos lleguen apenas al comienzo del parabrisas, y sus piecitos alcancen con la punta los pedales. Maneja un auto robado desde el centro hasta la villa. Y si te dormís te achura. El entrevistador es canchero, le saca el jugo a la nota. Le pide detalles, que diga que mató a alguien, o algo.

Lautaro está serio con su camiseta de Boca. La seriedad es cosa de grandes no de niños. Tampoco las pistolas, ni la droga, ni la sobre exposición en la tele. La notera no fue por él, simplemente se lo encontró allí. Es rubia, simpática y, se nota, es un sapo de otro pozo. Le hace un chiste al nene de la camiseta de Boca. Pero él no está para chistes. Está para contar lo que no fueron a preguntarle, que en su casa son muchos y la comida no alcanza para todos, y por eso la mamá está a puros mates. Y la notera se quiebra, maravillosamente. Porque no hay objetividad posible. El gesto de la circunstancial entrevistadora es tan genuino que emociona y conmueve.

El Polaquito oye la sirena de la policía y se asusta. Con susto de niño. Lautaro ve llorar a la notera y mira a cámara asustado, como preguntando qué hice de malo. Después de todo, narra su vida como quien cuenta que fue al mercado.

Y lo que sigue es la crueldad del arrebato y la profanación. El Polaquito y Lautaro tienen la atención que jamás tuvieron en su vida y tal vez jamás vuelvan a tener. Sus videos se viralizan, porque están en medio de una pelea de grandes. En una absurda pelea de grandes para no cambiar nada.

Se puede decir que tal vez Lautaro es el Polaquito de hace un tiempo. Ambos son muy parecidos. Un Lautaro curtido de pedir y que no lo escuchen. Pero no es así. Ambos están siendo construidos por otros intereses que no son los suyos y desconocen.

Los medios de comunicación son un arma poderosa en manos de los canallas.

Lautaro no es ejemplo de nada, el Polaquito tampoco, pero sirve como argumento para los grandes. Es un delincuente irrecuperable, dicen para asustar a una burguesía cada vez más horrenda. Hay que bajar la edad de imputabilidad, dicen, por culpa del Polaquito.

Mandan a otro notero porque la nota fue un golazo. Y el notero llora al lado de Lautaro, y Lautaro también llora, pero no debería. No buscaba eso, esperaba que manden más mercadería y poder seguir su vida de niño pobre en una villa, pero con un poco más de comida.

Pero ambos, otra vez, están en una estúpida pelea de grandes.