Darío Gianfelici: «Están perpetuando este modelo de agronegocio con una agresión ambiental enorme»

Agrotóxicos, salud ambiental, glifosato, agronegocio, parte del trabajo cotidiano del médico rural que dialogó con Agenda Abierta. Junto al Mocase reflexionó en Paraná sobre el modelo productivo actual.

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Por Mariano Osuna

Entre Ríos vivencia una semana intensa en materia de salud ambiental y de la problemática de los agrotóxicos, otra deuda estructural en clave de derechos humanos. Agenda Abierta compartió algunas palabras con integrantes del Movimiento Campesino de Santiago del Estero y de la Coordinadora de organizaciones de trabajadores rurales de Misiones, entre otras representaciones del Movimiento Nacional Campesino Indígena, que tiene presencia en once provincias argentinas. El desembarco en Entre Ríos se debió a profundizar lazos construidos hace algunos años, especialmente en el intercambio entre la Universidad Campesina, Unicam, y la Universidad Autónoma de Entre Ríos. Además, el Movimiento Indígena se reunió con gremios, unidades académicas, sindicatos y organizaciones campesinas de diferentes puntos de la provincia. El miércoles compartieron un debate a través del disparador audiovisual junto al colectivo docente «Paren de Fumigar las Escuelas», y el médico rural Darío Gianfelici, y este fin de semana estuvieron en el Primer Encuentro de Pueblos Fumigados, que se desarrolla en Basavilbaso.

«Considero que en pocos años más el glifosato va a empezar a perder su capacidad como herbicida, aunque no como tóxico», afirmó Gianfelici a Agenda Abierta. «Están apareciendo nuevos agroquímicos, nuevos venenos, que se están empezando a usar con una ligereza, por no decir imprudencia, que realmente sorprende», destacó el médico rural que vive en Cerrito.

«Aparece por ejemplo para el uso de los cultivos de maíz. Vos sabes que también la soja está empezando a temblar respecto a su precio. Y esto quiere decir que la demanda ya no es la misma. Pero podría suceder que cambiásemos toda esta onda que tuvo hasta ahora la soja por el maíz, pero vamos por el mismo modelo, es decir un paquete técnico donde la presencia de venenos, de herbicidas, de insecticidas», puntualizó Gianfelici.

Están perpetuando este modelo de agronegocio con una agresión ambiental enorme.

«No es una cuestión solo de salud humana, es una cuestión de salud ambiental, y estamos todos adentro de esa burbuja ambiental que se llama planeta tierra», finalizó el médico rural.

Primer Encuentro de Pueblos Fumigados

La situación que atraviesan  las localidades de la provincia, afectadas por la fumigación con agrotóxicos, ha llevado a que se organice este primer encuentro en esa ciudad del departamento Uruguay, una iniciativa que es llevada adelante por el colectivo docente“Paren de fumigar las escuelas”. Este domingo seguirá el Encuentro en Basavilbaso con la voz de damnificadas y damnificados del agronegocio y el glifosato, y con el lanzamiento de la Campaña «Paren de Fumigar las Escuelas».

La historia de Fabian Tomasi, de Basavilbaso

La transformación de la agricultura hacia el monocultivo, la concentración de tierras, las nuevas maquinarias, la aparición de los pooles de siembra, el intenso uso de diversos agroquímicos y el negocio internacional construido alrededor de la producción, condenaron a generaciones de personas y a suelos enteros a su destrucción. La utilización irregular de las fumigaciones en Entre Ríos, mediante productos prohibidos, y el daño estructural a la salud humana, no formaron parte de las prioridades en la agenda pública hasta la visibilidad de la historia de Fabián, oriundo de Basavilbaso, que a sus 50 años, educa sobre el veneno que de a poco lo está matando. Los “Fabián” en Entre Ríos son muchos aunque los principales medios de comunicación y la dirigencia política lo omita.

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Tomasi volvió a trabajar en 2006 como fumigador para Molina & Cia, de Oscar Molina, la única empresa en su rubro que se fue desarrollando en la zona entrerriana. Antes del 2007 comenzaría a sentir distintos efectos y síntomas en su cuerpo, no detectados al principio como parte de una misma causa, que abarcaban desde la presencia de llagas en todo su cuerpo, al sangrado de sus dedos, a la pérdida de más de veinte kilos y al cansancio permanente.

Consultado con Lescano, su doctor en Basavilbaso, promediando el 2007 le dijo “Vos te estás secando”, una frase que Fabián siente cada día y cada año, en que viene conviviendo con los daños estructurales producidos por el negocio de los agroquímicos y de la soja. Lescano derivó a Tomasi con un colega holandés, que atendía en cercanías de Libertador San Martín. El diagnóstico fue una intoxicación provocada por los agroquímicos a los que estaba expuesto Fabián en su trabajo, cumpliendo la función de cargar aviones fumigadores y de programador de vuelo en contacto directo con bidones repletos de veneno. Esa evaluación médica además confirmaría la profundización de su diabetes crónica, mediante la “Enfermedad del zapatero”, llamada de esa manera por poseer el mismo contenido que los pegamentos de calzados, y el surgimiento de daños significativos en el sistema nervioso periférico.

El cambio de paradigma de la producción agropecuaria

Para 2012, según la investigación “Envenenados”, del periodista Patricio Eleisegui, “dos de cada tres hectáreas del territorio agrícola disponible engendró hasta estos días un producto que además no se consume en la provincia”. La profundización del alquiler de tierras y la tercerización del proceso productivo, transformaron para siempre los campos entrerrianos. Ya en 2007, los pooles de siembra controlaban el 60% de los suelos de nuestra provincia, facilitando un esquema productivo que se caracteriza por la siembra directa, la utilización de soja transgénica y una mayor expansión de las fumigaciones con plaguicidas cada vez más resistentes.

La historia de Fabián Tomasi desnuda un sistema de impunidades continuadas justificadas en el negocio y la capacidad de rentabilidad. Según la investigación de Eleisegui “durante la primera década del 2000 Entre Ríos se puebla de maquinarias que siembran y fertilizan al mismo tiempo, de aparatos de fumigación terrestre, y de aviones y pilotos que se alquilan a otras provincias”. La transformación en la raíz productiva también cambió la garantía de puestos de trabajos, el cuidado de los suelos y su diversificación. “Antes se necesitaba un período de tres meses para volver a usar la tierra, mientras que ahora solamente 20 días y con las nuevas maquinarias es posible sembrar más de 100 hectáreas en menos de un día, donde un sólo trabajador puede labrar hasta 1000 hectáreas” señala de manera contundente la investigación del periodista.

Endosulfan, 2,4-D, clorpirifos y glifosato 

El endosulfan, uno de los químicos que manipulaba Tomasi en la empresa Molina, es un insecticida prohibido por 80 países por las consecuencias irreparables a la salud humana que van desde las deformidades congénitas y la parálisis cerebral al cáncer. Su resistencia combate cualquier tipo de plagas agrícolas.

El herbicida más usado, con base en glifosato, por la empresa de la zona fue el Roundup, nombre en el mercado del producto comercializado por Monsanto, quien hace décadas se viene beneficiando con la fabricación de la soja modificada genéticamente. La manipulación de Roundup elimina cualquier clase de vegetación y permite fumigar en simultáneo con el crecimiento del cultivo. El mayor beneficiado con la elaboración de este agroquímico, el glifosato, lo tuvo históricamente Monsanto, que desde los años 70 es su principal comercializador.

El 2,4-D, otro los productos utilizados habitualmente, es un herbicida, que no está permitido en Entre Ríos, y que fue diseñado por Gran Bretaña como arma química para la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos, por otro lado, también los usaba para neutralizar a sus enemigos en la Guerra de Vietnam.

El clorpirifos, insecticida que también conoció Tomasi en su trabajo como fumigador, fue ideado por científicos alemanes convocados en 1925 por Bayer o BASF y que tuvo como antecedente, según la investigación de Eleisegui, al “nazismo que produjo gases neurotóxicos para el Tercer Reich”.

El debate es profundo y estructural. Los ejemplos como Fabián de las violaciones a los derechos humanos y del daño sistemático empleado por productos, algunos de ellos prohibidos para su aplicación, más las denuncias reiteradas en establecimientos educativos por pulverizaciones que exponen a severos problemas de salud a educadores, estudiantes y comunidad en general, y sobre todo la discusión de una agroecología sustentable, del avance del monocultivo y de la concentración de la tierra, marcan una agenda pública que aún espera el diseño de políticas articuladas que aborden esta situación a largo plazo. Fabián, ya sin caminar, aporta desde su lugar a un involucramiento social sobre una temática que nos expone como sociedad y nos desafía hacia el futuro.